En el diminuto cuarto iluminado, una imagen generada por AI de un par de delicadas bragas de encaje sorprendió su mirada. La habitación estaba llena de susurros y secretos, cada uno más atractivo que el último. Se acercó, sus dedos temblando mientras se cepillaban contra la tela. Un olor, intoxicante pero familiar, atravesado por el aire, encendiendo un fuego dentro de él que quemó más brillante que cualquiera que hubiera conocido.