En una remota arena al aire libre, bajo la mirada atenta de una multitud aburrida, tres niñas se arrodillan, su cabello atado con cintas, su piel bronceada brillando con sudor y lágrimas. Sus pechos pequeños rebotó ligeramente mientras se inclinaban hacia adelante, sus bocas se abren ampliamente, sus lenguas lamiendo testículos que pertenecieron a un caballo enorme y rampante. El grueso poste de madera detrás de ellos, adornado con un collar alrededor del cuello de cada chica, mantenía sus cuerpos apretados. Pinzas de nipple cableadas a sus pezones sensibles y clítoris pulsadas con una corriente eléctrica, la batería grande en el ajuste máximo. Sus tobillos estaban encadenados al suelo, añadiendo su impotencia. En medio de la absurda garganta abultada y el espermatozoides, un sentido de determinación sombría brillaba de sus rostros hinchados.