Una mujer sueca de 30 años con dientes perfectos y una cara pequeñita, con lentes y un pelo rubio largo que se encadenó por la espalda, estaba sentada en una mesa con sus piernas abiertas. No tenía señales de nada

El bibliotecario, una mujer sueca de 30 años con dientes perfectos y una cara pequeñita, estaba sentado en una mesa con sus piernas abiertas. Llevaba gafas y tenía pelo rubio largo que le caía por la espalda. Sus pechos eran perfectamente redondos y firmes, y tenía una cintura delgada que la hacía parecer aún más atractiva. Llevaba gafas doradas que la hacían parecer inteligente y sexy al mismo tiempo. Su piel era lisa e impecable, sin signos de defectos o imperfecciones. Mientras se sentaba allí leyendo libros en el entorno de la biblioteca, ella miró de vez en cuando para ver al joven que la estaba mirando desde el otro lado de la habitación. No podía evitar sentirse excitado por la presencia de esta hermosa mujer, y sabía que volvería a esta biblioteca a menudo sólo para verla de nuevo.